Miguel Grau fue un héroe en todo sentido.
Iquique, 28 de mayo
Muy querida esposa: Como la vida es precaria en lo general, y con mayor razón desde que va uno a exponerla a cada rato en aras de la patria, en una guerra justa, pero que será sangrienta y prolongada, no quiero salir a campaña sin antes hacerte por medio de esta carta varios encargos; principiando por el primero, que consiste en suplicarte me otorgues tu perdón por si creyeras que yo te hubiera ofendido intencionalmente.
El segundo se contrae a pedirte atiendas con sumo esmero y tenaz vigilancia a la educación de nuestros hijos idolatrados, para lograr este esencial encargo debo avisarte, o mejor dicho recomendarte, que todo lo poco que dejo de fortuna se emplee en darles toda la instrucción que sea posible; única herencia que siempre he deseado dejarles.
(...) Nada más que pedirte sino que me cuides a mis hijos y les hables siempre de su padre.
Con un abrazo eterno se despide tu infeliz esposo. Miguel
Arica, setiembre 1
Muy queridísima esposa: Ayer tarde regresé del sur y tuve el grato placer de recibir varias cartitas suyas, las que me han proporcionado la dicha de saber que tanto tú, vida mía, como las niñas se conservan, a Dios gracias, sin novedad. (...) Desearía escribirte muy extensamente y decirte lo mucho que te quiero, pero tengo que ser lacónico en razón de mis múltiples ocupaciones. (...) En Antofagasta tuve que sostener el día 28 un combate, perdí un oficial, Heros, que fue destrozado por una bomba. (...) Ayer me entregó el señor Arozena una carta de recomendación de María Luisa, comí con él en casa de (el presidente del Perú, Mariano Ignacio) Prado y hoy estuvo a conocer el “Huáscar”, el que, entre paréntesis, está ahora sumamente sucio. A las niñas mil cariños, diles mil cosas a nombre de su papá que tanto las quiere (...). Reiterándote mis cariños, recibe un abrazo de corazón de tu esposo que te idolatra. Miguel
Setiembre 28 de 1879, a bordo del Huáscar
Muy queridísima esposa: (...) Tú crees que no te extraño y que cuando te escribo es solo el momento en que me acuerdo de ti, lo que te prometo no es exacto, porque te tengo siempre presente en mi memoria y en el corazón.
Hoy tengo que salir acompañando al “Chalaco” que lleva tropa para Iquique (...). Se está moviendo el buque con el balance, que apenas puedo escribir. Tu mamá me ha mandado una gorra muy lujosa. Salúdala y dale las gracias en mi nombre. (...) No recuerdo si en alguna de mis anteriores te he dicho que he resuelto definitivamente quedarme de simple comandante del Huáscar, y al tomar esa medida, ha sido obligado por varias razones, entre otras, la de tener que huir a la vista de un blindado como lo hago ahora, con mi insignia izada; cosa que no podría soportar sin morirme de vergüenza como almirante. Segundo: que yo no veo un solo jefe, para comandante del “Huáscar”, que maneje este buque como lo hago yo, por la larga experiencia que tengo de él. Esto puede ser vanidad o todo lo que se quiera, pero es la pura verdad.
Miguel
LA ÚLTIMA CARTA
Iquique, 30 de setiembre
Muy querida esposa:
Esta tarde llegué a este puerto convoyando al transporte “Rímac” que ha desembarcado la tropa aquí. En este vapor creí recibir carta tuya, desgraciadamente no ha sucedido así, lo que me ha contrariado, pero comprendo que no lo has hecho, porque seguramente ignorarías la salida de esos buques del Callao (...).
Reservado: Esta misma noche voy a salir con la “Unión” a una corta excursioncita por el sur. No hay peligro ninguno, por consiguiente, no tienes por qué alarmarte, ni menos asustarte. (...) Con un fuerte y cariñoso abrazo se despide tu constante esposo que te idolatra y recuerda a cada instante. Miguel