El inicio de su amor es lo que Evita misma llamó “el día maravilloso”. Dicho en sus propias palabras: “Todos o casi todos, tenemos en la vida un día maravilloso, para mí, fue el día en que mi vida coincidió con la vida de Perón”. Para Perón, que ya estaba en ese tiempo al mando de la Secretaría de Trabajo y Previsión, la tragedia del terremoto de San Juan sería la ocasión que le permitió conocer a Eva, lo que él mismo describió: “Eva entró en mi vida como el destino”. Evita, una actriz que se abría camino en el mundo del espectáculo, a la que le había costado llegar por ser de origen humilde y considerado hasta ese momento deshonroso, decidió junto a su grupo de teatro ayudar sin reparos a los afectados por la tragedia. Así lo cuenta Perón: “Entre los tantos que en aquellos días pasaron por mi despacho, había una joven dama de aspecto frágil, pero de voz resuelta, con los cabellos rubios y largos cayéndole a la espalda, los ojos encendidos como por la fiebre. Dijo llamarse Eva Duarte, ser una actriz de teatro y de la radio y querer concurrir, a toda costa, a la obra de socorro para la infeliz población de San Juan…” Yo la miraba y sentía que sus palabras me conquistaban; estaba casi subyugado por el calor de su voz y de su mirada. Eva estaba pálida, pero mientras hablaba su rostro se encendía. Tenía las manos escuálidas y los dedos ahusados; era un manojo de nervios. Discutimos largo rato. Era la época en que en mí se abría camino la idea de dar vida a un movimiento político que transformase radicalmente la vida de la Argentina”.
El General Perón vio la fuerza y el empeño de aquella joven y decidió hacerla su colaboradora en la Secretaría. Ella fue la que movilizó al pueblo, la que convenció a los trabajadores y los convocó a la plaza el 17 de octubre de 1945 en la defensa no solo de Perón sino también de todos los derechos que habían conseguido con él. Desde ese día Evita y Perón serían una sola persona en la lucha por cambiar la vida de Argentina. Pensaban con el mismo cerebro, sentían con el mismo corazón, vivieron una comunión de ideas y sentimientos. Se casaron el 22 de octubre de 1945. La campaña electoral los encontró juntos recorriendo el país en tren, trabajando día y noche. El mismo Perón contaría que pasaron semanas sin verse, lo que hacía que cada encuentro sentimental sea una novedad, una sorpresa. Perón asumió como Presidente el 4 de junio de 1946. El General escribió que los primeros seis meses después serían los únicos que pasarían tranquilos. Sin embargo, rápidamente se trasladarían a la villa presidencial porque muchísimas personas irían a visitarlos y a pedirle ayuda a Evita. Eva se instaló en el Ministerio del Trabajo, luego nacería la Fundación Eva Perón. Los primeros fondos saldrían del mismo sueldo de Perón. A partir de allí, Eva se dedicaría por completo a la Fundación. Perón y Eva se verían raramente y de pasadita, como si vivieran en ciudades distintas. Evita volvía al amanecer a su casa y se encontraba usualmente a Perón que salía a esa misma hora. El General preocupado le pedía que no trabaje tanto: “Eva, descansa y piensa que también eres mi mujer”. Eva le respondió: “Es justamente así como me doy cuenta de que soy tu mujer”.

Pero sobrevino la enfermedad, sus fuerzas físicas se fueron acabando. El 1 de mayo de 1952 habló por última vez desde un balcón de la Casa Rosada, al terminar se desvaneció en los brazos de Perón. Los últimos momentos de Eva y Perón son conmovedores, tanto que merecen ser conocidos como los relata el General: “El día antes de morir me mandó a llamar y quiso permanecer sola conmigo. Me senté a la orilla de la cama y ella hizo un esfuerzo para incorporarse; su respiración era ya un estertor agónico. ‘No me queda ya mucho que vivir’, dijo balbuceando las palabras. ‘Te agradezco cuanto has hecho por mí. Te pido una sola cosa…’. La palabra murió en sus labios blancos y finos; su frente estaba perlada de sudor. Volvió a hablar en tono más bajo; su voz era apenas un susurro… ‘No abandones a la gente pobre… Es la única que sabe ser fiel…’. Ya era avanzada la tarde; por la ventana entraban las primeras sombras. Un viento implacable mecía furiosamente los árboles. El cielo tenía el color de un sudario y amenazaba lluvia. Durante la noche, Evita tuvo un colapso y entró en coma. En la alcoba estaban conmigo su madre, su hermana, su confesor, el padre Benítez, y los médicos que la asistían, el profesor Finochietto y los doctores Tacchini y Taiana; afuera llovía como un diluvio. Antes de expirar, Eva me había recomendado no dejarla enterrar; quería ser embalsamada”. Evita murió el 26 de julio de 1952 y Perón cumplió su deseo de embalsamarla.
El cuerpo de Evita fue robado por la dictadura militar que gobernó entre 1955 a 1958 y permaneció desaparecido durante muchos años. Perón debió exiliarse, viviría la angustia de semejante aberración: “De nosotros dos, acaso solamente Evita es feliz. Aunque muerta y sin paz, Eva se ha quedado en su tierra; yo estoy lejos de ella y solamente me es dado vivir de esperanzas, de angustias y recuerdos”. El cadáver de Evita sería devuelto a Perón durante su exilio en Madrid. Perón falleció el 1 de julio de 1974. Creo que en la eternidad Perón y Evita están juntos, juntas sus almas como estuvieron en vida, aunque sus cuerpos descansen distanciados. Perón y Evita fueron un amor que cambió la Historia de Argentina, que le dio dignidad a los más desposeídos, que cambió para siempre la vida de muchas personas, una pareja que fue más allá de intereses políticos, de afán de poder, ambos dieron sus vidas, sus fuerzas e incluso su relación de amor en pos de luchar por una Patria más justa. Yo creo firmemente que Evita y Perón están juntos, felices, como diría el General: “Yo he sido con esta mujer, mucho más feliz de lo que todo el mundo cree”. -