sábado, 24 de mayo de 2014

Gracias Argentina


Llegué hace 8 años y meses a la Argentina con lo que tenía puesto y el corazón lleno de sueños, nunca imaginé que mi vida cambiaría tanto. ¡Cuánto me ha dado Argentina! ¡Cuánto me ha enseñado!
En Argentina conocí el amor y conocí a Perón,que creo que son lo mismo.En Argentina me hice mujer: un movimiento irreversible.
A la semana de llegar al país salí en la televisión ja! un anticipo de lo que sería mi vida posterior.
Paseé vestida de blanco y desbordando felicidad. Supe lo que es una libreta de estudiante y un centro de estudiantes. Supe que mi Perú es grande, sólo que tan acostumbrada no lo había podido notar. Supe que somos los argentinos y los peruanos muy hermanos desde Malvinas. Aprendí un montón de tipos de quesos y de fideos, casi tantas clases como de papa hay en Perú. Aprendí diferentes nombres para las cosas: batata para el camote, marcadores para los plumones,entre otros. Sentí, aunque adoptiva, la emoción de vivir un mundial de fútbol. Conocí el frío,que no existe en mi Piura natal. Aprendí a vivir en una ciudad sin mar. Me acostumbré al paisaje lleno de sierras.Aprendí que existe la caradurez de despreciar a quienes venimos de otro país,justamente de aquellos que provienen de inmigrantes: el día de la inmigración descontrolada nació mi twitter. Un día un amigo me habló de un General que tenía una esposa actriz que crearon un movimiento que cambió el país y me enamoré. Aprendí diferentes sentidos de la palabra "militar". Esa bella señora se convirtió en mi bandera,la segunda voz femenina que reconozco a lo lejos,obvio,después de la de mi mamá.

Dejé de ser sólo Katy,para ser "la Princesa Inca". Me sorprendo cada día de quienes sienten agrado por lo que escribo,total gratitud para ellos.

Un día un hijo de Perón me dijo: Hola,sos la Princesa Inca? ...y nuevamente cambió mi vida. Aprendí que me gusta la libertad y que los radicales nunca terminan los mandatos jajaja.


Tres entrevistas de radio, unos cuantos miles de seguidores en twitter, algunos que leen esto que escribo,mi corazón abierto para ustedes les dice: Gracias! Gracias Argentina por ser la tierra de mis sueños! a todos ustedes por no dejarme sentir sola,por hacerme sentir parte de ustedes, porque en 8 años nunca me sentí extranjera.
Hoy, enfrento nuevos desafíos,sin miedo,nuevos rumbos: te veo venir felicidad!

Bendita tierra de San Martín,Perón y Evita: GRACIAS!

viernes, 23 de mayo de 2014

Muhammad Ali con Rucci

Lo encontré en un tweet del compañero Aníbal Rucci. Para compartir \P/

Durante una fúgaz visita a Buenos Aires en los tempranos setentas, Muhammad Ali comió un asado en las entrañas de la Patria Metalúrgica.


En 1971 Cassius Clay era tal vez el deportista más conocido de la tierra. Pero al mismo tiempo, al igual que el General Perón, era un desposeído, un proscripto, un desocupado. En 1967 había sido despojado del título mundial de los pesos completos por presiones del Departamento de Estado, ante su negación a incorporarse a las Fuerzas Armadas para combatir en Vietnam, alegando ser musulman y por lo tanto objetor de conciencia. El hombre cruzó el Jordán (había nacido en el seno de una familia metodista) después de establecer contacto con la secta de Los Hermanos Musulmanes, organización político-religiosa que abrazaba la causa del Islam. En homenaje a su maestro, Elijah Muhammad, Clay cambió su nombre anglosajón por el de Muhammad Ali.

Con ese nombre se registró en el Alvear Palace Hotel de Buenos Aires, en los primeros días de noviembre de 1971. Venía a la Argentina de Lanusse en plan hacerse unos mangos, una especie de gira promocional relámpago que lo tuvo entre nosotros durante 42 horas. Participó en el programa televisivo Los 12 del Signo conducido por el astrólogo Horangel. En la galería Velázquez de la calle Maipú, compró pinturas con motivos españoles para adornar el patio de su casa. Visitó el Centro Islámico de la calle San Juan, donde fue obsequiado con un artístico Corán y un pergamino. “Estoy entre mis hermanos”, comentó, “y lamento no poder quedarme a rezar, pero se me hace tarde”. El motivo central de su viaje era una pelea de exhibición frente al argentino Miguel Ángel Páez, en la cancha de Atlanta. El combate se desarrolló normalmente pero fuera del ring – según El Gráfico del 9 de noviembre – “sucedieron cosas desagradables que hicieron temer lo peor”. Grupos incontrolados rompieron los alambrados de la cancha, invadieron el lugar reservado al ring-side y cometieron desmanes. Cuando finalizó la exhibición subieron al cuadrilátero e impidieron por largo rato que los boxeadores se retiraran. Hubo destrozo de sillas y varios heridos. A duras penas Alí, pudo regresar al vestuario.

Luego de la pelea, invitado por el industrial peronista Lorenzo Spadone, Alí se trasladó hasta los fondos de una fábrica en Lanús para comerse un asado. Allí lo esperaban en el “Quincho de la Cordialidad” José Rucci, secretario general de la CGT; Lorenzo Miguel, secretario general de la UOM; Carlos Spadone, director de la revista Las Bases, órgano oficial del Movimiento Nacional Justicialista entre otros encumbrados ases de la derecha peronista. Lorenzo le habló del regreso de Perón y de la Tercera Posición. Rucci anunció la creación del Sindicato del Boxeador. Alí lo abrazó emocionado y le agradeció: “Eso no existe en ninguna parte del mundo”. “El peronismo tampoco” retrucó José Ignacio. Spadone ensayó una forzada y deslucida metáfora: “El peronismo es como Muhammad Ali, vuela como una mariposa y pica como una avispa”

Al día siguiente El Negro emprendió el regreso. Al igual que al peronismo, intensos temblores lo esperaban en el porvenir.

sábado, 17 de mayo de 2014

Mi Día Maravilloso

En todas las vidas hay un momento que parece definitivo. Es el día en que una cree que ha empezado a recorrer un camino monótono, sin altibajos, sin recodos, sin paisajes nuevos. Una cree que, desde ese momento en adelante, toda la vida ha de hacer ya siempre las mismas cosas, ha de cumplir las mismas actividades cotidianas, y que el rumbo del camino está en cierto modo tomado definitivamente. Eso, más o menos, me sucedió en aquel momento de mi vida. Dije que me había resignado a ser víctima. Más aún: me había resignada a vivir una vida común, monótona, que me parecía estéril pero que consideraba inevitable. Y no veía ninguna esperanza de salir de ella. Por otra parte, aquella vida mía, agitada dentro de su monotonía, no me daba tiempo para nada. Pero, en el fondo de mi alma, no podía resignarme a que aquello fuese definitivo.

Por fin llegó "mi día maravilloso". Todos, o casi todos, tenemos en la vida un "día maravilloso". Para mí, fue el día en que mi vida coincidió con la vida de Perón. El encuentro me ha dejado en mi corazón una estampa indeleble; y no puedo dejar de pintarla porque ella señala el comienzo de mi verdadera vida. Ahora sé que los hombres se clasifican en dos grupos: uno, grande, infinitamente numeroso, es el de los que afanan por las cosas vulgares y comunes; y que no se mueven sino por caminos conocidos que otros ya han recorrido. Se conforman con alcanzar un éxito. El otro grupo, pequeño, muy pequeño, es el de los hombres que conceden un valor extraordinario a todo aquello que es necesario hacer. Estos no se conforman sino con la gloria.

Aspiran ya el aire del siglo siguiente, que ha de cantar sus glorias y viven casi en la eternidad. Hombres para quienes un camino nuevo ejerce siempre una atracción irresistible. Para Alejandro fue el camino de Persia, para Colón el camino de las Indias, para Napoleón el que conducía al imperio del mundo, para San Martín el camino llevaba a la libertad de América. A esta clase de hombres pertenecía el hombre que yo encontré. En mi país lo que estaba por hacer era nada menos que una revolución. Cuando la "cosa por hacer" es una revolución, entonces el grupo de hombres capaces de recorrer ese camino hasta el fin se reduce a veces al extremo de desaparecer.


Muchas revoluciones han sido iniciadas aquí y en todos los países del mundo. Pero una revolución es siempre un camino nuevo cuyo recorrido es difícil y no está hecho sino para quienes sienten la atracción irresistible de las empresas arriesgadas. Por eso fracasaron y fracasan todos los días revoluciones deseadas por el pueblo y aún realizadas con su apoyo total. Cuando la segunda guerra mundial aflojó un poco la influencia de los imperialismos que protegían a la oligarquía entronizada en el gobierno de nuestro país, un grupo de hombres decidió hacer la revolución que el pueblo deseaba. Aquel grupo de hombres intentaba, pues, el camino nuevo; pero después de los primeros encuentros con la dura realidad de las dificultades... y "la Revolución" fue quedando poco a poco en medio de la calle, en el aire del país, en la esperanza del pueblo como algo que todavía era necesario realizar. Sin embargo, entre los gestores de aquel movimiento, un hombre insistía en avanzar por el camino difícil. Yo lo vi aparecer, desde el mirador de mi vieja inquietud interior. Era evidentemente distinto de todos los demás. Otros gritaban "fuego" y mandaban avanzar. Él gritaba "fuego" y avanzaba él mismo, decidido y tenaz en una sola dirección, sin titubear ante ningún obstáculo. En aquel momento sentí que un grito y su camino eran mi propio grito y mi propio camino. Me puse a su lado. Quizás ello le llamó la atención y cuando pudo escucharme, atiné a decirle con mi mejor palabra: Si es, como usted dice, la causa del pueblo su propia causa, por muy lejos que haya que ir en el sacrificio no dejaré de estar a su lado, hasta desfallecer. Él aceptó mi ofrecimiento. Aquél fue "mi día maravilloso".

Evita Perón.